Por Erena Hernández
Revista Revolución y Cultura Cuba No. 4 2004 Pág. 67-68
En las películas del sábado por la noche, cuando el mafioso va a realizar el trabajo que le han encargado –eliminar a alguien--, suele aclararle antes: "no es nada personal". Al referirme a personas específicas (a quien en lo personal aprecio y respeto), asumo la frase mafiosa.
Resulta paradójico que en mayo del 2004, Nelson Herrera Ysla organizara en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam la exposición Mayo abstracto ("movida de raíz abstraccionista"), asumiéndola como una renovación en el panorama artístico, y que en octubre del mismo año expusiera a Lisbet Fernández, con una obra que contradice lo anteriormente defendido, pues al presentar la muestra admitió que con la figuración, con el cuerpo, todavía se pueden decir muchas cosas nuevas.
Recordemos también que en La Colada, encuentro que se hizo en Galería Habana, para analizar el III Salón de Arte Cubano Contemporáneo, en el 2001, Nelson preguntaba: "?Donde está la vocación social del arte cubano?". Lamentando que estuviera ausente –según él—en el Salón.
Lo verdaderamente lamentable es forzar las cosas. Una vez me referí en Revolución y Cultura a algo semejante, en un texto que titulé La bommanía. Ahora se defiende un falso boom de la abstracción. Por cierto, la que se hace –en sentido general, salvo excepciones--, es de un mal gusto galopante y, sobre todo, decorativa a más no poder. Parece más bien la intención de acceder al mercado por la vía más fácil, y con ella sí no se ha dicho nada nuevo.
En las revistas Arte Cubano No. 1 del 2001, págs 14-18, y en la No. 2-3 del 2003, págs 13-23, Pedro de Oráa y Julio Ramón Serrano, en sendos artículos titulados Vigencia y continuidad de la pintura abstracta y Abstracción y algo más, nos dicen todo lo que se necesita refrescar sobre la abstracción local (para no ser redundantes). También se sugiere consultar Martí y el arte abstracto, artículo de Gerardo Mosquera, en las páginas 316-355 de su libro Exploraciones en la plástica cubana, Editorial Letras Cubanas, 1983.
En Cuba la abstracción nunca ha sido un movimiento fuerte, con la salvedad de su período de eclosión en los cincuenta y a inicios de los sesenta. Pero siempre ha habido artistas haciendo abstracción, en todas las épocas, al igual que ahora. También es de lamentar el interés en una fotografía abstracta, cuyos autores caen en el ramplón lugar común de sobredimensionar detalles baladíes . Mabel Llevat (cocuradora de Mayo abstracto), realizó en febrero del 2002 El arte no es para entenderlo, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (Premio de Curaduría del III Salón de Arte Cubano Contemporáneo, 2001). En otro contradictorio y discutible texto, defiende este tipo de foto que, por cierto, tampoco aporta nada nuevo. Hay mucha tela por donde cortar en todo esto.
Sentido tituló Lisbet Fernández la muestra en el Lam, dos instalaciones escultóricas que funcionaban como una unidad. De Vocación de aprendíz, exposición que en 1998 le permitió defender su tesis para graduarse del ISA, al presente, ha transcurrido poco tiempo y su obra ha ido ganando sustancialmente.
En los medios del arte contemporáneo existen prejuicios sobre el tratamiento realista de la figura. Por eso, de inicio, la obra de Lisbet tiende a desconcertar, a recibir miradas un tanto desdeñosas. Pero la sensación de realismo pierde su carácter protagónico cuando uno se percata de que ella hace una suerte de bosquejos de la figura humana. No le interesa, digamos, la perfecta estructura ósea de la cabeza, académicamente hablando, su preocupación se centra en resaltar la profundidad de la mirada, la actitud, el gesto, la pose. Con ello alude a temas universales, que tienen que ver con aspectos de la condición humana, con cuestiones psicológicas de las relaciones interpersonales.
Las piezas de Lisbet reflexionan sobre conductas específicas de los adultos, pero escoge expresar sus intenciones a través de figuras de niños para que sus mensajes ganen en fuerza. Los adultos saben esconder sus sentimientos, sus emociones, al reaccionar ante determinada situación. Sus rostros pueden ser una máscara inexpresiva, decir lo que no están sintiendo. Los niños son desenfadados, desconocen palabras como tacto, hipocresía, disimulo. Ante lo que les molesta o desagrada reaccionan desprejuiciadamente. Resultan espontáneos, sinceros, al punto de –en ocasiones—colocar en apuros a los adultos. Dan rienda suelta a lo que piensan y punto.
Lisbet proviene de Camagüey, tierra de tradición alfarera. Quizá por eso fue natural su inclinación hacia el barro. Ella se aferra a la terracota, que le permite establecer un paralelo entre la fragilidad del niño y la del material. Le atrae acentuar con el barro la relación con lo moldeable, lo fértil (la tierra), lo primigénio... De ahí venimos, ahí volveremos.
En lugar de afiliarse a los materiales convencionales y más legitimados en la escultura como el mármol, el bronce, etc, Lisbet prefiere el humilde barro, que tradicionalmente se asocia a lo artesanal, a la cultura popular. Sin embargo, conforma piezas sofisticadas, cargadas de connotaciones.
En un área aparecen cinco parejas de niños en diferentes actitudes. Cada pareja está separada por un cristal. Ellos se ven pero no podrían tocarse. Tiene que ver con el diálogo, la comunicación con el otro. Lo común es comunicarse por la palabra o por el tacto, pero aquí una barrera transparente lo impide, haciendo referencia a las propias barreras que interpone cada individualidad a modo de resguardo.
La otra zona muestra a dos niños colocados debajo de mangos de sombrillas que cuelgan del techo. Ambos miran hacia arriba, uno levanta la mano. El comentario refiere al camino para alcanzar algo, a orientarse, la dirección hacia algo. Ambas piezas son unificadas por el título de Sentido, término de múltiples acepciones y sinónimos. De modo que cada espectador puede realizar su propia lectura, según su percepción.
Antes mencioné que la obra de Lisbet ha ganado. Poco a poco ha hecho un trabajo de depuración de cualquier objeto que pudiera distraer la atención. Eliminó biberones, ropa, corralitos,etc. Se concentra en la figura como elemento expresivo concreto, focalizando en una expresión, en un gesto. Las piezas se han vuelto más sintéticas.
Existe una tendencia internacional en el arte a crear obras que suelen tildarse de minimalistas, tomando por extensión la parquedad de ese modo expresivo, aplicándolo a otro tipo de obra, en el sentido de intentar decir mucho con pocos elementos. Desde ese punto de vista la obra de Lisbet se ha encaminado hacia un minimalismo que le permite crear metáforas sobre temas de la existencia humana con mucha más efectividad que al principio de su carrera.
Lisbet es una muchacha de actitud humilde ante la vida, y enfrenta su trabajo desde una postura de tratar de crecer cada día, lenta pero perseverantemente. Intenta descubrir nuevos caminos. Sorprende la terracota mezclada con sombrillas, cristales, relojes o cualquier objeto que le venga a propósito para la idea que necesita transmitir. Ha expuesto recientemente en México y España. Así es que la "movida" en el arte cubano no tiene que ver sólo con la abstracción. Lamentablemente, el cambio se está conduciendo por la vía del facilismo, con obras insulsas como resultado (suelen verse hasta en artistas con nombre). Por eso he querido matar dos pájaros de un tiro, al aprovechar un comentario sobre la obra de Lisbet para dejar abierto un signo de interrogación acerca de la "movida de raíz abstraccionista".